viernes, 25 de febrero de 2011
Abrazando la cruz...para ti mujer
Pon tu alma adolorida en el Corazón de Nuestro Señor Jesucristo, y encontrarás el consuelo que jamás imaginaste.
Autor: Ma Esther De Ariño | Fuente: Catholic.net
Me han dicho que sufres, y que sufres mucho. Que sabías que había dolor en el mundo pero nunca pensaste en que a ti te alcanzaría... ¡Y en qué forma!
Quisiera llegar a tu corazón, mujer que sufres.
En cualquier parte del mundo existe el dolor, y a ti, seas del lugar que seas, te ha alcanzado su dardo. No se quién eres...tal vez la luna ha besado ya tus cabellos dejando en ellos sus rayos de plata y tus ojos tienen la profundidad de la experiencia de una larga vida compuesta de muchas realidades y ya muy pocos sueños...
Tu corazón sufre lo que jamás imaginaste, la amargura sin igual que te ha proporcionado ese hijo o hija en el que pusiste todas tu esperanzas, al que meciste en tus brazos, el que apretaste contra tu corazón para que nadie lo hiriese ¡por el que tanto te sacrificaste! y ahora... tu sola mujer, puedes conocer toda la magnitud de tu dolor.
También puede ser que seas joven, muy joven. Aún esperas, mejor dicho, esperabas mucho de la vida... aún resuenan en tus oídos las notas de aquella marcha nupcial en la mañana radiante en que unías tu vida a la de aquel hombre, que ahora ya, ¡no tienes a tu lado!... o tal vez, y permíteme que te diga que así es más profunda tu tragedia, lo tengas junto a ti y sin embargo la inmensidad de un abismo os separa... tal vez teniéndolo a tu lado te sientes infinitamente sola.
No lo se, quizá tengas el gran dolor de una madre que ve la cuna vacía... Oh, mujer, yo no lo se pero tu si sabes cual es tu historia y por qué te duele tanto el corazón, por qué hay veces que te pesa tanto la vida...
Yo no me atrevo a entrar en tu alma pero me acerco a ti con respeto y cariño. Quisiera llevar hasta ti, no el remedio a tus penas, pero si un poco de serenidad y paz, aún a pesar de tu dolor. Quiero pedirte que seas valiente y que no pierdas tu fe. Si te acercas a un Cristo clavado en una Cruz se abrirán tus ojos, pues no hay dolor como su dolor y que como bien dicen los teólogos de la Verdad: era suficiente solo una gota de sangre, la más ligera humillación, un solo deseo que hubiera brotado de su corazón, para la redención completa de la Humanidad y sin embargo...¡contémplalo! está en la Cruz para que sepas que su corazón te comprende, que pasó por todos tus dolores y más y ese Cristo es tu Dios que muere en un Cruz para que cuando sufras lo tengas muy presente.
Míralo bien. Dile que le das tu corazón herido para que de tus espinas florezcan rosas fragantes que deseas poner en sus llagados pies ¡clavados en la Cruz para esperarte! Se valiente.
Quisiera que grabaras en tu memoria pero sobre todo en tu corazón estas palabras hermosas y llenas de gran sabiduría: "No es el sufrir sino la manera de sufrir, lo que dignifica". Es preciso tratar bien a las espinas ¡más sufre el que las pisa que el que las besa!. Pasa por la vida heroicamente y poniendo tu alma adolorida en el Corazón de Nuestro Señor Jesucristo, hallarás el consuelo que jamás imaginaste.
Quiero que seas valiente y que sonrías...Se que eso cuesta mucho pero aún voy a atreverme a pedirte más: que si hay alguien o algo que tienes que perdonar, que perdones. Perdona a quién robó tu calma, tu felicidad, a quién no tuvo reparo en destrozar tu vida, tus sueños, a quién te hundió en la soledad y el abandono. A quién te hizo mucho daño...¡perdónalo!.
Arranca de tu corazón hasta la más leve sombra de rencor y verás cuánta más luz hay en tu vida. Verás que así te sientes más buena y mucho más valiente para caminar con tu cruz. No lleves tu pesada cruz arrastras, abrázala contra tu corazón, esa cruz pesa mucho ya lo se, pero abrazada a ella ya es diferente y serás la mujer fuerte de la que nos habla el Evangelio, una mujer nueva y total.
¡Que el Señor nos de fuerza a todos, cuando el dolor nos alcanza, para abrazar nuestra cruz!
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MENSAJE DEL SANTO PADRE BENEDICTO XVI PARA LA CUARESMA 2011
MENSAJE DEL SANTO PADRE
BENEDICTO XVI
PARA LA CUARESMA 2011
BENEDICTO XVI
PARA LA CUARESMA 2011
«Con Cristo sois sepultados en el Bautismo,
con él también habéis resucitado» (cf. Col 2, 12)
con él también habéis resucitado» (cf. Col 2, 12)
Queridos hermanos y hermanas:
La Cuaresma, que nos lleva a la celebración de la Santa Pascua, es para la Iglesia un tiempo litúrgico muy valioso e importante, con vistas al cual me alegra dirigiros unas palabras específicas para que lo vivamos con el debido compromiso. La Comunidad eclesial, asidua en la oración y en la caridad operosa, mientras mira hacia el encuentro definitivo con su Esposo en la Pascua eterna, intensifica su camino de purificación en el espíritu, para obtener con más abundancia del Misterio de la redención la vida nueva en Cristo Señor (cf. Prefacio I de Cuaresma).
1. Esta misma vida ya se nos transmitió el día del Bautismo, cuando «al participar de la muerte y resurrección de Cristo» comenzó para nosotros «la aventura gozosa y entusiasmante del discípulo» (Homilía en la fiesta del Bautismo del Señor, 10 de enero de 2010). San Pablo, en sus Cartas, insiste repetidamente en la comunión singular con el Hijo de Dios que se realiza en este lavacro. El hecho de que en la mayoría de los casos el Bautismo se reciba en la infancia pone de relieve que se trata de un don de Dios: nadie merece la vida eterna con sus fuerzas. La misericordia de Dios, que borra el pecado y permite vivir en la propia existencia «los mismos sentimientos que Cristo Jesús» (Flp 2, 5) se comunica al hombre gratuitamente.
El Apóstol de los gentiles, en la Carta a los Filipenses, expresa el sentido de la transformación que tiene lugar al participar en la muerte y resurrección de Cristo, indicando su meta: que yo pueda «conocerle a él, el poder de su resurrección y la comunión en sus padecimientos hasta hacerme semejante a él en su muerte, tratando de llegar a la resurrección de entre los muertos» (Flp 3, 10-11). El Bautismo, por tanto, no es un rito del pasado sino el encuentro con Cristo que conforma toda la existencia del bautizado, le da la vida divina y lo llama a una conversión sincera, iniciada y sostenida por la Gracia, que lo lleve a alcanzar la talla adulta de Cristo.
Un nexo particular vincula al Bautismo con la Cuaresma como momento favorable para experimentar la Gracia que salva. Los Padres del Concilio Vaticano II exhortaron a todos los Pastores de la Iglesia a utilizar «con mayor abundancia los elementos bautismales propios de la liturgia cuaresmal» (Sacrosanctum Concilium, 109). En efecto, desde siempre, la Iglesia asocia la Vigilia Pascual a la celebración del Bautismo: en este Sacramento se realiza el gran misterio por el cual el hombre muere al pecado, participa de la vida nueva en Jesucristo Resucitado y recibe el mismo espíritu de Dios que resucitó a Jesús de entre los muertos (cf. Rm 8, 11). Este don gratuito debe ser reavivado en cada uno de nosotros y la Cuaresma nos ofrece un recorrido análogo al catecumenado, que para los cristianos de la Iglesia antigua, así como para los catecúmenos de hoy, es una escuela insustituible de fe y de vida cristiana: viven realmente el Bautismo como un acto decisivo para toda su existencia.
2. Para emprender seriamente el camino hacia la Pascua y prepararnos a celebrar la Resurrección del Señor —la fiesta más gozosa y solemne de todo el Año litúrgico—, ¿qué puede haber de más adecuado que dejarnos guiar por la Palabra de Dios? Por esto la Iglesia, en los textos evangélicos de los domingos de Cuaresma, nos guía a un encuentro especialmente intenso con el Señor, haciéndonos recorrer las etapas del camino de la iniciación cristiana: para los catecúmenos, en la perspectiva de recibir el Sacramento del renacimiento, y para quien está bautizado, con vistas a nuevos y decisivos pasos en el seguimiento de Cristo y en la entrega más plena a él.
El primer domingo del itinerario cuaresmal subraya nuestra condición de hombre en esta tierra. La batalla victoriosa contra las tentaciones, que da inicio a la misión de Jesús, es una invitación a tomar conciencia de la propia fragilidad para acoger la Gracia que libera del pecado e infunde nueva fuerza en Cristo, camino, verdad y vida (cf. Ordo Initiationis Christianae Adultorum, n. 25). Es una llamada decidida a recordar que la fe cristiana implica, siguiendo el ejemplo de Jesús y en unión con él, una lucha «contra los Dominadores de este mundo tenebroso» (Ef 6, 12), en el cual el diablo actúa y no se cansa, tampoco hoy, de tentar al hombre que quiere acercarse al Señor: Cristo sale victorioso, para abrir también nuestro corazón a la esperanza y guiarnos a vencer las seducciones del mal.
El Evangelio de la Transfiguración del Señor pone delante de nuestros ojos la gloria de Cristo, que anticipa la resurrección y que anuncia la divinización del hombre. La comunidad cristiana toma conciencia de que es llevada, como los Apóstoles Pedro, Santiago y Juan «aparte, a un monte alto» (Mt 17, 1), para acoger nuevamente en Cristo, como hijos en el Hijo, el don de la gracia de Dios: «Este es mi Hijo amado, en quien me complazco; escuchadle» (v. 5). Es la invitación a alejarse del ruido de la vida diaria para sumergirse en la presencia de Dios: él quiere transmitirnos, cada día, una palabra que penetra en las profundidades de nuestro espíritu, donde discierne el bien y el mal (cf.Hb 4, 12) y fortalece la voluntad de seguir al Señor.
La petición de Jesús a la samaritana: «Dame de beber» (Jn 4, 7), que se lee en la liturgia del tercer domingo, expresa la pasión de Dios por todo hombre y quiere suscitar en nuestro corazón el deseo del don del «agua que brota para vida eterna» (v. 14): es el don del Espíritu Santo, que hace de los cristianos «adoradores verdaderos» capaces de orar al Padre «en espíritu y en verdad» (v. 23). ¡Sólo esta agua puede apagar nuestra sed de bien, de verdad y de belleza! Sólo esta agua, que nos da el Hijo, irriga los desiertos del alma inquieta e insatisfecha, «hasta que descanse en Dios», según las célebres palabras de san Agustín.
El domingo del ciego de nacimiento presenta a Cristo como luz del mundo. El Evangelio nos interpela a cada uno de nosotros: «¿Tú crees en el Hijo del hombre?». «Creo, Señor» (Jn 9, 35.38), afirma con alegría el ciego de nacimiento, dando voz a todo creyente. El milagro de la curación es el signo de que Cristo, junto con la vista, quiere abrir nuestra mirada interior, para que nuestra fe sea cada vez más profunda y podamos reconocer en él a nuestro único Salvador. Él ilumina todas las oscuridades de la vida y lleva al hombre a vivir como «hijo de la luz».
Cuando, en el quinto domingo, se proclama la resurrección de Lázaro, nos encontramos frente al misterio último de nuestra existencia: «Yo soy la resurrección y la vida... ¿Crees esto?» (Jn 11, 25-26). Para la comunidad cristiana es el momento de volver a poner con sinceridad, junto con Marta, toda la esperanza en Jesús de Nazaret: «Sí, Señor, yo creo que tú eres el Cristo, el Hijo de Dios, el que iba a venir al mundo» (v. 27). La comunión con Cristo en esta vida nos prepara a cruzar la frontera de la muerte, para vivir sin fin en él. La fe en la resurrección de los muertos y la esperanza en la vida eterna abren nuestra mirada al sentido último de nuestra existencia: Dios ha creado al hombre para la resurrección y para la vida, y esta verdad da la dimensión auténtica y definitiva a la historia de los hombres, a su existencia personal y a su vida social, a la cultura, a la política, a la economía. Privado de la luz de la fe todo el universo acaba encerrado dentro de un sepulcro sin futuro, sin esperanza.
El recorrido cuaresmal encuentra su cumplimiento en el Triduo Pascual, en particular en la Gran Vigilia de la Noche Santa: al renovar las promesas bautismales, reafirmamos que Cristo es el Señor de nuestra vida, la vida que Dios nos comunicó cuando renacimos «del agua y del Espíritu Santo», y confirmamos de nuevo nuestro firme compromiso de corresponder a la acción de la Gracia para ser sus discípulos.
3. Nuestro sumergirnos en la muerte y resurrección de Cristo mediante el sacramento del Bautismo, nos impulsa cada día a liberar nuestro corazón del peso de las cosas materiales, de un vínculo egoísta con la «tierra», que nos empobrece y nos impide estar disponibles y abiertos a Dios y al prójimo. En Cristo, Dios se ha revelado como Amor (cf. 1 Jn 4, 7-10). La Cruz de Cristo, la «palabra de la Cruz» manifiesta el poder salvífico de Dios (cf. 1 Co 1, 18), que se da para levantar al hombre y traerle la salvación: amor en su forma más radical (cf. Enc. Deus caritas est, 12). Mediante las prácticas tradicionales del ayuno, la limosna y la oración, expresiones del compromiso de conversión, la Cuaresma educa a vivir de modo cada vez más radical el amor de Cristo. Elayuno, que puede tener distintas motivaciones, adquiere para el cristiano un significado profundamente religioso: haciendo más pobre nuestra mesa aprendemos a superar el egoísmo para vivir en la lógica del don y del amor; soportando la privación de alguna cosa —y no sólo de lo superfluo— aprendemos a apartar la mirada de nuestro «yo», para descubrir a Alguien a nuestro lado y reconocer a Dios en los rostros de tantos de nuestros hermanos. Para el cristiano el ayuno no tiene nada de intimista, sino que abre mayormente a Dios y a las necesidades de los hombres, y hace que el amor a Dios sea también amor al prójimo (cf. Mc 12, 31).
En nuestro camino también nos encontramos ante la tentación del tener, de la avidez de dinero, que insidia el primado de Dios en nuestra vida. El afán de poseer provoca violencia, prevaricación y muerte; por esto la Iglesia, especialmente en el tiempo cuaresmal, recuerda la práctica de lalimosna, es decir, la capacidad de compartir. La idolatría de los bienes, en cambio, no sólo aleja del otro, sino que despoja al hombre, lo hace infeliz, lo engaña, lo defrauda sin realizar lo que promete, porque sitúa las cosas materiales en el lugar de Dios, única fuente de la vida. ¿Cómo comprender la bondad paterna de Dios si el corazón está lleno de uno mismo y de los propios proyectos, con los cuales nos hacemos ilusiones de que podemos asegurar el futuro? La tentación es pensar, como el rico de la parábola: «Alma, tienes muchos bienes en reserva para muchos años... Pero Dios le dijo: "¡Necio! Esta misma noche te reclamarán el alma"» (Lc 12, 19-20). La práctica de la limosna nos recuerda el primado de Dios y la atención hacia los demás, para redescubrir a nuestro Padre bueno y recibir su misericordia.
En todo el período cuaresmal, la Iglesia nos ofrece con particular abundancia la Palabra de Dios. Meditándola e interiorizándola para vivirla diariamente, aprendemos una forma preciosa e insustituible de oración, porque la escucha atenta de Dios, que sigue hablando a nuestro corazón, alimenta el camino de fe que iniciamos en el día del Bautismo. La oración nos permite también adquirir una nueva concepción del tiempo: de hecho, sin la perspectiva de la eternidad y de la trascendencia, simplemente marca nuestros pasos hacia un horizonte que no tiene futuro. En la oración encontramos, en cambio, tiempo para Dios, para conocer que «sus palabras no pasarán» (cf. Mc 13, 31), para entrar en la íntima comunión con él que «nadie podrá quitarnos» (cf. Jn 16, 22) y que nos abre a la esperanza que no falla, a la vida eterna.
En síntesis, el itinerario cuaresmal, en el cual se nos invita a contemplar el Misterio de la cruz, es «hacerme semejante a él en su muerte» (Flp 3, 10), para llevar a cabo una conversión profunda de nuestra vida: dejarnos transformar por la acción del Espíritu Santo, como san Pablo en el camino de Damasco; orientar con decisión nuestra existencia según la voluntad de Dios; liberarnos de nuestro egoísmo, superando el instinto de dominio sobre los demás y abriéndonos a la caridad de Cristo. El período cuaresmal es el momento favorable para reconocer nuestra debilidad, acoger, con una sincera revisión de vida, la Gracia renovadora del Sacramento de la Penitencia y caminar con decisión hacia Cristo.
Queridos hermanos y hermanas, mediante el encuentro personal con nuestro Redentor y mediante el ayuno, la limosna y la oración, el camino de conversión hacia la Pascua nos lleva a redescubrir nuestro Bautismo. Renovemos en esta Cuaresma la acogida de la Gracia que Dios nos dio en ese momento, para que ilumine y guíe todas nuestras acciones. Lo que el Sacramento significa y realiza estamos llamados a vivirlo cada día siguiendo a Cristo de modo cada vez más generoso y auténtico.
Encomendamos nuestro itinerario a la Virgen María, que engendró al Verbo de Dios en la fe y en la carne, para sumergirnos como ella en la muerte y resurrección de su Hijo Jesús y obtener la vida eterna.
Vaticano, 4 de noviembre de 2010
BENEDICTUS PP. XVI
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¿Para que las imagenes sagradas?
¿Qué son imagenes sagradas?
Son representaciones (estatuas, pinturas mosaicos, esculturas...) de contenido religiosos, que vienen efectuados con diferentes materiales y con diferentes estilos. En particular éstas, representan Dios Padre, Jesucristo, el Espíritu Santo, la Virgen y los Santos. ¿De qué se sirven las imagenes sagradas?
Se sirven de elementos que provienen de este mundo, en sus diferentes componentes: humano, animal, vegetal, material. Pero estos elementos están ahí pintados para indicar otra cosa: representan realidades que no pertenecen a este mundo visible. Son reflejos, signo de lo divino, de lo religioso, de lo espiritual, de lo sobrenatural. ¿Qué tipo de pasaje exigen las imagenes sagradas?
En esas, el hombre es solicitado a pasar del visible al invisible, del significante al significado. Por esto nosotros llamamos simbólicas las imágenes religiosas. Son un puente entre el visible y el invisible entre el fiel y el misterio. ¿Desde cuándo existen las imagenes sagradas?
La opción de reprensar contenidos de la fe cristiana con imágenes viene desde los tiempos antiguos. Desde los primeros siglos, se realizaban y utilizaban imágenes sagradas. Una antigua y autentica testimonianza en este sentido son las catacumbas, donde también hoy se pueden admirar por ejemplo varias figuras de Cristo y de la Beata Virgen Maria. “Los artistas de cada tiempo han ofrecido a la contemplación y al asombro de los fieles los hechos salientes del misterio de la salvación, presentándoles en el esplendor del color y en la perfección de la belleza” (Card. Joseph Ratzinger, Introducción al Compendio). ¿Por qué algunas religiones prohiben la imagenes?
El Hebraísmo y el Islamismo por ejemplo prohíben figurar a Dios, en cuanto quieren en tal modo evidenciar la total invisibilidad, la infinita diversidad y superioridad de Dios respecto a sus criaturas: Dios es totalmente Otro. La representación del sagrado en imágenes constituye para aquellas religiones una profanación. ¿El Antiguo Testamento prohibe las imagenes?
- En el Antiguo Testamento, Dios había ordenado: “No harás ídolo ni algún imagen de lo que está arriba en el Cielo, ni de lo que está abajo sobre la tierra, ni de lo que está en las aguas bajo la tierra” (Ex 20,2-4). Aquélla orden divina comportaba la prohibición de cualquier representación de Dios hecha de la mano del hombre. El Deuteronomio explica: “por qué no visteis ninguna figura, cuando Dios habló en el monte Oreb en el fuego, debéis estar bien en guardia por vuestra vida, para que no os corrompáis y no hagáis la imagen esculpida de cualquier ídolo” (Dt 4,15-16). Es el Dios absolutamente trascendental que se ha revelado a Israel. “El es todo”, pero, en el mismo tiempo, está “sobre todas sus obras” (Sir 43,27-28). El es “el mismo autor de las bellezas (Sb 13,3).
- Todavía, desde el Antiguo Testamento, Dios ha ordenado o permitido hacer imágenes que simbólicamente conducirían a la salvación obra de la Palabra encarnada: Así la serpiente de cobre, el Arca de la alianza y los querubines” (CCC, n. 2129-2130). “harás entonces una arca (...), la adornarás de oro puro (...). Harás dos querubines de oro (...), haz un querubín en una extremidad y otro en otra extremidad” Ex 25,10-22). Dios dijo a Moisés: haz una serpiente y ponla sobre un asta; cuando alguien viene mordido la mira y vivirá” ( Nm 21,7-8)
¿Cuando en la historia del cristianismo fueron prohibidas las imagenes?
- Cuando hubo iconoclastas, es decir aquel movimiento religioso, desarrollado en Bizancio entre los siglos VIII y IX, que consideraba idolátrico el culto de las imágenes sagradas (Cristo, la Virgen, los Santos) y predicaba su destrucción. La veneración de las imágenes (iconolatria) en Oriente había dado vida a formas de fanatismo. La disputa se convertió política cuando el emperador bizantino León III Isaurico, abrazando decididamente la iconoclastia (726), comenzó a perseguir a los (adoradores de imágenes), cerro monasterios e iglesias rebeldes (expropiándoles las tierras y distribuyéndolas a los campesinos-soldados) e intento imponer también en Roma la destrucción de las imágenes sagradas.
Pero el segundo Concilio de Nicea, en el 787, decidió a favor de las imágenes: “Nosotros explicamos con mucha claridad y cuidado que, a semejanza de la representación de la cruz preciosa y vivificante, así las veneradas y santas imágenes sean pintadas que en mosaicos o en cualquier otro material adapto, deben estar expuestas en las santas Iglesias de Dios, sobre sagrados objetos, sobre Sagrados paramentos, en las paredes y sobre las mesas, en las casas y caminos; sean estas las imágenes de Dios y Salvador nuestro Jesucristo, o aquella de la Inmaculada nuestra Señora, la santa Madre de Dios, de los santos Angeles, de todos los santos y justos”.
En Oriente, fueron reintroducidas las imágenes a partir del 843, cuando la Emperadora Teodora nombró Metodio Patriarca de Constantinopla. - Sucesivamente, en los primeros decenios del 1500, las imágenes fueron nuevamente prohibidas, y aquella vez de parte de Lutero. Pero el Concilio de Trento con un decreto del 1563 aprobó y justificó el culto de las imágenes y condenó aquellos que expresaban el contrario.
¿Sobre que fundamentos se basan las imagenes religiosas?
Las imágenes religiosas tienen varios fundamentos complementarios: - Fundamento antropológico: En cuanto ser unido, es decir, constituido de cuerpo y alma, el hombre se expresa a través de los signos, gestos, símbolos. El percibe las mismas realidades espirituales a través de signos y símbolos materiales. Dante en el paraíso (Canto 4, versos 42-46) afirma que el intelecto no puede afirmar la verdadera naturaleza de Dios sin los sentidos, o la mente puede solo afirmar la parte sensual que el intelecto puede entonces elaborar así como es.
- Fundamento sociológico:
- En cuanto ser social, ansioso y necesitado de relacionarse con los demás, el hombre necesita comunicarse con los demás, y lo hace por medio del lenguaje, de gestos, de acciones, de imágenes.
- Por cierto hoy vivimos en un mundo particularmente atento a las imágenes, las cuales tienen un papel particularmente importante en la vida de la persona y de la sociedad. No por nada se habla de civilización de la imagen para indicar la sociedad actual, y es el motivo por la cuál, hoy más que nunca, en la civilización de la imagen, la imagen sagrada puede “expresar mucho más de la misma palabra, desde el momento que es sobremanera eficaz su dinamismo de comunicación y de trasmisión del mensaje evangélico” (Card. Joseph Ratzinger Introducción al Compendio).
- Fundamento teológico:
- Existe una estrecha relación entre el mundo creado y Dios su creador.
El mundo, en la visión cristiana, en efecto ha sido creado por Dios, que ha querido así manifestar y comunicar su bondad, verdad y belleza. Por tanto Dios habla al hombre a través de la creación visible, la cuál es un reflejo, sea también limitado, de la infinita perfección de Dios. - El hombre ha sido creado a imagen de Dios. El hombre mismo es semejante a Dios. Y entonces para conocer a Dios, el hombre tiene a disposición él mismo: conociéndose a asimismo en su ser imagen de Dios y en su obrar conformemente a aquella imagen, conoce mayormente a Dios. Y al mismo tiempo, es también igualmente verdad que conociendo Dios en su ser y en sus obras, el hombre se conoce asimismo.
- Dios se hizo visible en Jesucristo. Siendo él el Hijo Unigénito de Dios, unido íntimamente a Dios Padre- “Yo y el Padre somos una sola cosa” (Jn 10,30), él nos hace conocer en manera plena, perfecta y definitiva a Dios Padre: “Quien me ve, ve el Padre” (Jn 14,9). Jesucristo es la imagen perfecta visible de Dios invisible.
“Un tiempo, Dios, no teniendo ni cuerpo ni figura, no podía en algún modo ser representado por una imagen. Pero ahora que se ha hecho ver en la carne y que ha vivido con los hombres, puedo hacer una imagen de lo que he visto de Dios” (San Juan Damasceno, De sacris imaginibus oratio, 1, 16: PTS 17, 89 y 92).
Entonces la encarnación de Cristo justifica en el cristianismo el realizarse, el tener, el venerar las imágenes religiosas.
- Existe una estrecha relación entre el mundo creado y Dios su creador.
¿Jesus ha utilizado signos y simbolos humanos para expresar el divino?
Jesús, además de ser él mismo Aquél que hace presente y visible Dios, se sirve a menudo en su predicar y obrar aquí en la tierra desde hace dos mil años, de las realidades provenientes de la creación para hacer conocer, anunciar y comunicar los misterios del reino de Dios. Se piensa también sólo al significado simbólico de sus parábolas y de sus milagros. Cristo además ha utilizado elementos y signos provenientes del mundo para instituir los sacramentos de la Iglesia. ¿La imagen humana es limitada respecto a la divina?
Ciertamente conviene recordar que cualquier imagen material no podrá nunca expresar plenamente la indecible misterio de Dios: la realidad significada (religiosa espiritual) supera siempre la imagen humana. Todavía algo de este misterio el elemento material lo hace realmente intuir y percibir. Los aspectos profanos, en el momento de la cual se convierten vehiculo de transmisión de contenidos religiosos, vienen acogidos y representados en sus aspectos positivos; Pero en el mismo tiempo tienen necesidad de ser purificados, y sobre todo de ser enriquecidos y completados. Y eso sucede con los contenidos cristianos, que las imágenes contienen y trasmiten. En este sentido las mitologías y las fabulas populares son asumidas.
¿Que finalidad tienen las imagenes religiosas?
Las Imagenes Religiosas: - Facilitan el acceso, la comprensión y la trasmisión de contenidos a personas pertenecientes a lenguas, edad y culturas diferentes: son fácilmente legibles y, por tanto, respecto a la palabra y al escrito, alcanzan la mayor número de personas.
- Si visteis, comprendéis, interpretáis gustáis con la luz especial que proviene de la fe cristiana, es posible entonces coger el particular mensaje catequístico, que los artistas han querido transmitir con las imágenes religiosas.
¿En que sentido las imagenes tienen una finalidad catequetica?
Porque existe una estrecha correlación entre la imagen y el símbolo, y entre el mundo visible y el mundo invisible, se vuelve lógico y justificado el anunciar el misterio de Dios sirviéndose de imágenes simbólicas. Se comprende así el florecer, a lo largo de los siglos, de la iconografía cristiana, donde el intento evangelizante y catequético se acompaña o se trenza estrechamente con el aspecto pintoresco y estético. A través de la imagen se quiere transcribir el mensaje evangélico, que la sagrada escritura transmite a través de la palabra. “Desde la tradición secular conciliar aprendemos que también la imagen es predicación evangélica” (Card. Joseph Ratzinger, Introducción al Compendio). Mas bien la historia nos enseña que los cristianos, para anunciar el mensaje evangélico y catequizar las personas, se han servido en una manera especial, muy antes de los catecismos escritos, del nominado Biblia pauperum, es decir, de las imágenes, de los catecismos visibles, catecismos hechos de imágenes y de representaciones icnográficas (se ve por ejemplo las multiplicaciones y estupendas imágenes realizadas en las basílicas y en las Iglesias a través de los siglos).
Imagen y palabra se iluminan así mutuamente. El arte “habla” siempre, al menos implícitamente, del divino, de la belleza infinita de Dios, refleja en el icona por excelencia: Cristo Señor, imagen de Dios invisible.
Las imágenes sagradas, con su belleza, son también anuncio evangélico y exprimen el esplendor de la verdad católica, mostrando la suprema armonía entre el bueno y bello, entre la vía veritatis y la vía pulchritudinis. Mientras testimonian la secular y fecunda tradición del arte cristiana, solicitan todos, creyente y no, al descubrimiento y a la contemplación del encanto insaciable del misterio de la Redención, dando siempre nuevo impulso al vivo proceso de su enculturación en el tiempo” (Papa Benedicto xvi, Discurso de presentación del Compendio a la Iglesia y al mundo, 28/06/05).
¿Las imagenes son tambien una invitaction a la oracion?
Ciertamente. El arte y la iconografía cristiana, además de ser instrumentos al servicio de la evangelización y de la catequesis, han sido siempre y lo son todavía un invito a la oración: “La belleza y el color de las imágenes son un estimulo para mi oración. Es una fiesta para mis ojos, así como el espectáculo de la campana abre mi corazón a rendir gloria a Dios” (San Juan Damasceno, De sacris imaginibus oratio 1, 47). La contemplación de las imágenes sagradas, unida a la escucha de la Palabra de Dios, ayuda a imprimir en la memoria del corazón el misterio que viene percibido, solicitando a transformarlo en oración y a testimoniarlo en aquella novedad de vida, que proviene de la fe cristiana y que tiene su centro en cristo. ¿Las imagenes religiosas en que relacion estan con Cristo?
En la iconografía cristiana todas las imágenes tienen como finalidad principal anunciar a la persona, el mensaje y la obra de Cristo, siendo él, el Revelador perfecto de Dios Padre y el Salvador único y permanente del hombre y del mundo. “La imagen de Cristo es la icona por excelencia. Las demás, que representan la Señora y los Santos, significan Cristo, que en ellos es glorificado” (Compendio, nr. 240), y, anunciando Cristo, ayudan hacer nacer y crecer la fe y el amor hacia él. Venerar los Santos significa reconocer que Dios es la fuente, el centro y el culmen de su santidad: los santos han acogido con la ayuda del Espíritu Santo, la santidad de Dios en la fe y a tal santidad divina han correspondido dócilmente con una vida santa, siguiendo e imitando Cristo, la imagen por excelencia de Dios invisible. Por esto cuando entramos en la Iglesia, hace falta buscar ante todo el sagrario, donde, está encendida la lámpara eucarística, está presente Cristo-Eucaristía en el modo verdadero, real, sustancial: Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad. El regalo de nuestro saludo y de nuestra oración va dirigida por tanto ante todo a él, muy antes de las imágenes de los santos, imágenes que son hechas de materia.
¿Que tipo de culto se da al imagen?
No de adoración (reservada únicamente a Dios), sino de veneración. En el Código de Derecho Canónico, se lee al resguardo: “Para favorecer la santificación del pueblo de Dios, la Iglesia confía a la especial veneración de los fieles la Beata Maria siempre Virgen, la madre de Dios, que Cristo constituyo Madre de todos los hombres, y promueve además el verdadero y autentico culto de los santos, para que los fieles estén edificados de su ejemplo y sostenidos de su intercesión (...) sea mantenida la praxis de exponer en las Iglesias las imágenes sagradas para la veneración de los fieles; todavía vengan expuestas en modo moderado y con un conveniente orden, para no suscitar la maravilla del pueblo cristiano y no den a esa devoción menos recta” (Nos. 1186- 1188).
¿Quien veneramos en la imagen?
El cristiano venera: - No la imagen en sí misma, la cual es simplemente un objeto material (una estatua, una imagen, un símbolo, un amuleto): Si se venerase el objeto, se caería en la idolatría.
- Pero a quienes las imágenes tienen que representar, las “personas” que las imágenes reproducen son: Jesucristo, la Señora y los Santos.
En efecto, “el honor dado a un imagen pertenece a quien representa” y “quien venera la imagen, venera la realidad de quien en ella representa” (San Basilio Magno, Liber de Spiritu Sancto, 18, 45: SC 17bis, 406). El honor atribuido a las imágenes sagradas es una “veneración respetuosa”, no una adoración que conviene solo a Dios: “Los actos de culto no son dirigidos a las imágenes consideradas en sí misma, si no en cuanto sirven y representan Dios encarnado. Ahora, la devoción que se dirige al imagen en cuanto imagen, no se detiene sobre ella, si no tiende a la realidad que ella representa” (Sto Tomàs de Aquino, Summa Theologiae, II-II, q. 81, a. 3, ad 3).
¿Entre las imagenes, cual es la mas importante?
Es la imagen del crucifijo. De hecho la cruz es: - Instrumento de la pasión de Cristo y de su glorificación, como él mismo dijo en eminencia de su pasión: “Ahora el hijo del hombre ha sido glorificado, y también Dios ha sido glorificado en él, y muy pronto lo glorificará” (Jn 13, 12).
- Signo:
- de la humanidad de la salvación, y también de la esperanza de salvación en Cristo;
- de la dimensión original típica del cristiano;
- de los valores cristianos que caracterizan ciertas sociedades y culturas;
- del hijo del hombre” (Mt 24, 30) que aparecerá en el cielo al final de los tiempos;
- de victoria última y suprema del bien sobre el mal (cfr. Gal 6, 14).
- Llamamiento al sufrimiento que conlleva al seguimiento de Cristo: “Quien quiere venir detrás de mi, coja su cruz y me siga” (Mt 16, 24).
En que sentido las imagenes religiosas anticipan "Cielos Nuevos" y "Tierra Nueva?
Las imágenes religiosas, con su belleza y su esplendor, nos ofrecen una anticipación sobre la realidad futura: nos presentan algo que prefigura aquella transfiguración que, al final de todos los tiempos, el mundo entero un día recibirá de Dios. En efecto “después el juicio final, el mismo universo, libre de la esclavitud de la corrupción, participará a la gloria de Cristo en la inauguración de “nuevos cielos” y de una “tierra nueva” (2 Pd 3, 13). Así será alcanzada la plenitud del Reino de Dios, es decir, la realización definitiva del diseño salvífico de Dios de “recapitular en Cristo todas las cosas, aquellas del cielo como aquellas de la tierra” (Ef 1, 10). Dios entonces será “todo en todos” (1Cor 15, 28), en la vida eterna” (Compendio, nr. 216). El Primicerio
de la Basílica de San Carlos y San Ambrosio
Monsignor Raffaello Martinelli
de la Basílica de San Carlos y San Ambrosio
Monsignor Raffaello Martinelli
Idolatría
En el Antiguo Testamento, el pueblo Israelita conocía la idolatría como el culto a otro dios fuera de Yahweh. (cf. Dt 6:4-9)
La idolatría es un grave pecado contra el Primer Mandamiento
Los cristianos deben estar preparados para morir antes de ofender a Dios adorando falsos dioses. (Cf. 1 Cor. 8:1-13; 10:14-22)
El término se utiliza también para describir una excesiva preocupación con las cosas materiales (Cf. Ef 5:5; Col 3:5).
Catecismo de la Iglesia Católica 2113:
La idolatría no se refiere sólo a los cultos falsos del paganismo. Es una tentación constante de la fe. Consiste en divinizar lo que no es Dios. Hay idolatría desde el momento en que el hombre honra y reverencia a una criatura en lugar de Dios. Trátese de dioses o de demonios (por ejemplo, el satanismo), de poder, de placer, de la raza, de los antepasados, del Estado, del dinero, etc. - "No podéis servir a Dios y al dinero", dice Jesús (Mt 6:24). Numerosos mártires han muerto por no adorar a "la Bestia", negándose incluso a simular su culto. La idolatría rechaza el único Señorío de Dios; es, por tanto, incompatible con la comunión divina.
- Es idolatría poner una persona, cosa o deseo por encima de Dios....
- Cuando se adora a más de uno, es politeísmo
- "Ídolos, oro y plata, obra de las manos de los hombres", que "tienen boca y no hablan, ojos y no ven..." Estos ídolos vanos hacen vano al que les da culto: "Como ellos serán los que los hacen, cuantos en ellos ponen su confianza" (Sal 115: 4-5.8). Dios, por el contrario, es el "Dios Vivo" (Jos 3:10; Sal 42:3, etc.), que da vida e interviene en la historia.
- La vida humana se unifica en la adoración del Dios Unico. El mandamiento de adorar al único Señor da unidad al hombre y lo salva de una dispersión infinita. La idolatría es una perversión del sentido religioso innato en el hombre. El idólatra es el que "aplica a cualquier cosa, en lugar de a Dios, la indestructible noción de Dios". CIC 2114
miércoles, 23 de febrero de 2011
La Santa Eucaristia
"Esto es mi Cuerpo, entregado por ustedes, Hagan esto en memoria mía"
Lc. 22, 19
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Eucaristía,
Pan de Vida
Un privilegio: ser misionero
Dios quiere que yo le ayude a llevar la buena nueva de la salvación a mis hermanos
¿Qué le pasa al mundo?
Una de los juegos más agradables que podemos hacer es observar. Sentarnos y pretender no formar parte del mundo que nos rodea. ¿Qué vemos? ¿Qué descubrimos? Quizá haya un camino de industriosas hormigas llevando alimento y moviéndose como en un periférico lleno de tráfico o descubrimos una brisa cálida que mece las hojas de los árboles o sencillamente un grupo de niños juega y grita. Si nos mantenemos al márgen de todos ellos parece que no existimos y que cada uno tiene una tarea importante o divertida, hasta el viento parece concentrado en su trabajo de mover hojas. Cada cuál juega un papel en su pequeño gran mundo. ¿Te imaginas el día que los pájaros decidieran no cantar o el viento no soplar? Imposible, afirmarás, y tienes razón. La creación entera tiene una razón de ser. La naturaleza alaba a Dios simplemente siendo eso para lo que fue creada. ¿Y yo?
Debemos aprender
Dios nos ha amado desde toda la eternidad:
“Dotada de un alma “espiritual e inmortal”, la persona humana es la única criatura en la tierra a la que Dios ha amado por sí misma. Desde su concepción está destinada a la bienaventuranza eterna.” CIC 1703
Piensa qué maravilloso es esto. Existir porque Dios me ama a mí, con mi nombre y apellido. Cada uno de nosotros es amado por Dios en particular. No nacemos nada más porque así se dio por la continuidad de la especie, sino por el amor personal con que Dios quiso crearme. Y como ves, nos quiso crear para la bienaventuranza eterna, es decir, para que vayamos al cielo, para que allí vivamos felices y por toda la eternidad en su presencia.
Tenemos una vocación, un llamado de Dios. Ese llamado de Dios es universal para todos los hombres: ir al cielo. ¿Sabías que todos los que van al cielo son santos? Entonces podemos decir que Dios nos llama a la santidad.
Hasta aquí, todo suena muy bien. Pero los hombres no somos como las hormigas o el viento que alaban a Dios constantemente. Los hombres estamos llamados, invitados, pero no obligados. Tenemos una libertad que nos permite escoger amar a Dios y ser felices o no amar a Dios. No todos los hombres han escogido la bienaventuranza eterna. Dios ideó un plan de redención para ayudarnos. Un plan para salvar a los hombres. Jesús ha entregado su vida para realizar este plan. Él quiere que libremente aceptemos esta salvación y quiere que le ayudemos en esta hermosa tarea: salvar hombres. Unos a otros nos ayudamos, contamos con la gracia de Dios. Amamos a Dios cuando amamos a nuestros hermanos.
Estamos aquí porque esta invitación de Dios tiene en este momento un matiz muy especial. Dios quiere que yo le ayude a llevar la buena nueva de la salvación a mis hermanos. Hoy, el mensaje de Cristo depende del amor, la fe y la esperanza con que yo decida hacerlo mío y comunicarlo a los demás.
Jesús se quiere valer de mí para que le ayude a salvar almas. ¡Qué gran amor y confianza me tiene! La forma de agradecerle esta vocación es siendo muy fiel a su amor.
¿Qué le voy a contestar a Dios? ¿Cómo voy a responder a la confianza que Él está depositando en mí?
No permitas que la grandeza de la misión te asuste. Ciertamente es un camino que parece rebasarnos, pero Jesús no nos manda solos. Cuando nos pide algo, siempre va con nosotros. Él quiere que hagamos las cosas por Él, pero siempre conÉl y en Él. Vamos a aprender a escuchar a Cristo, pero sobre todo vamos a aprender a vivir muy unidos a Él.
Este curso nos dará algunas herramientas básicas para que podamos ser misioneros, por eso es importante participar activamente. La vida de un misionero depende de la relación Amorosa entre Dios y la persona. Se trata de vida misionera, amor vivo y activo a Dios Nuestro Señor.
Propósito
Vamos a poner un propósito: visitar a Jesús Eucaristía y preguntarle qué quiere de mí. Pídele que te enseñe a amar y a dejarte amar por Él.
Algo que no debes olvidar
- Dios nos ama desde toda la eternidad
- La vocación universal es a la felicidad eterna, es decir la salvación de todos los hombres
- Dios tiene un plan de salvación. Me invita a ayudarlo a salvar hombres.
- Jesús prometió estar siempre conmigo.
- El misionero ama a Dios en sus hermanos.
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